martes, 14 de marzo de 2017

Jupiter Capitolino

La encina en Roma

Roma



Roma
Júpiter Optimus Maximus 
Jupiter es a Roma lo que fue Zeus para Grecia
El dios supremo del imperio romano, a quién le estaba consagrada la encina, Júpiter había enseñado a los hombres a alimentarse con las bellotas.
Jupiter era el dios del cielo, de luz, de las tormentas, de los rayos, truenos y relámpagos.
Júpiter llevaba una corona de hojas de encina.
Gobernaba el cielo y la Tierra y protector del pueblo romano, el estado y la familia, también e los juramentos, las alianzas y las obligaciones morales.


La costumbre de las coronas  de hojas de encina se utilizaron para homenajear a los generales vencedores, a los atletas vencedores y los ciudadanos que cumplían labores a beneficio de su pueblo, con el tiempo las hojas de encina fueron cambiadas por hojas de laureles

El Templo Capitolinio estaba dedicado a la Triada formada por Jupiter, Juno y Minerva y se construyó su palacio sobre la Colina Capitolina, una de la 7 Colinas de Roma.
Antiguamente las 7 colinas de Roma estaban cubiertas por bosques de encinas.
Suetonio, (70 - 130 d. de C.) escritor romano, que detalló que el emperador Domiciano ordenó organizar las Fiestas Capitolinas en honor de Júpiter Capitolino, donde competían músicos, luchadores, gimnastas y a los vencedores les entregaban una coronas de hojas de encina, por ser la encina el árbol dedicado a Júpiter.
Posteriormente las hojas de encinas fueron cambiadas por hojas de laurel.


Vestales
Vestal es la religión de la antigus Roma y las vestales son las sacerdotisas consagradas a la diosa del hogar y del fuego; las Vesta o Vestales alimentaban el fuego sagrado con madera de las encinas, el fuego eterno que no debía de consumirse, que ardió durante siglos en el templo de la diosa Vesta en el Foro Romano.
Las vestales eran virgenes y así debían mantenerse mientras vivían en el templo y servían a su diosa, su labor de mantener el fuego era importante pro que si se apagaba podrían sucerder grandes males para los romanos, de manera que si se apagaba el fuego las sacerdotisas eran castigadas severamente.
También cuidaban el fuego consagrado a Júpiter Capitolino

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